No
digas no, sin escuchar mí ruego.
Sin
saber lo que ansía el corazón.
Yo
no me impongo. No es un juego.
Porque
así doblegaría tu razón.
Ya
ves que solo pido un soplo de esperanza.
Una
brizna de tiempo, un átomo de cielo.
Todo
mi ser te implora con su mayor anhelo
y
humildemente pide tu confianza.
Aún
no digas no, por un temor insensato.
Hay
un amor que en silencio está naciendo.
Cual
la tímida rama que va floreciendo
en
el páramo hostil de tu arrebato.
Tal
vez después cuando cubra la noche,
sentirás
ese reproche, último hálito de fe.
No
digas no, pues yo sé, que mi amor será ese broche
que
cada instante derroche el amor que te daré.
Yo
sé bien de tus temores por aquella mano impía,
que
truncó tu lozanía cual leña para su fuego.
Que
obscureció tu inocencia a la plena luz del día.
Por
eso amor, todavía, no digas no. Te lo ruego.
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