En una playa serena
donde la luna reposa,
se ve llorar a una diosa,
se ve flotar una pena.
Sobre las olas remotas
navega una barca umbría,
con tu alma y con la mía
llevando las velas rotas.
Vuela una blanca gaviota
con el pecho destrozado,
y en su nido abandonado
sufre el amor su derrota.
Cuánto dolor se denota
en la quietud de aquel monte
que se vislumbra en la ignota
beatitud del horizonte.
Y la Diosa. ¿Era real?
¿O acaso fue un espejismo?
No, yo vi su cuerpo allí mismo,
entre la espuma y la sal.
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