jueves, 2 de octubre de 2014

Canción para los días.


La luna canta su copla cuando aparece la noche
y se arrulla con su voz la intrépida madrugada,
que pasa tan afanada con ese vago derroche.

Un lucero le acompaña con su fulgurar eterno,
con ese abrazo fraterno y su resplandor tan breve,
pues ha llegado la nieve para vestirle de invierno.

Mil luciérnagas y grillos anuncian otra alborada.
Y el aire, con su mirada y su merodear impío,
se va llenando de frío sobre la yerba mojada. 

Y a lo lejos, la cúpula resaltada del ingente campanario,
que atesora viejas notas en la bronceada campana,
que cantará de mañana con su tañer un rosario.

Y llegará a la misa un fiel llevando un pecado.
Con el corazón truncado por una pena sombría
pues ha llegado otro día, como el que ayer ha pasado.
 
 

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