Señora, perdone
usted mi osado atrevimiento,
pero al llevar
un perfume seductor,
ha dejado en el
aire su candor,
enzarzado en
una ráfaga de viento.
Perdóneme usted
señora mía,
no me condene
por aquel resentimiento.
Quizás influye
más dirección del viento.
Por eso no me
culpe todavía.
A veces en la
vida una impresión nos pasa
cuál día
indiferente de un Enero.
Como en el día
triste en que murió una rosa,
por un fatal descuido
del torpe jardinero.
Y no es que la
pretenda, así, en un momento.
Pero existen
las cosas que tal vez no entendamos.
Como el aroma
suave que me llegó en el viento.
Cómo ésta
estrecha calle, que nunca transitamos.
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