miércoles, 8 de octubre de 2014

Perdóneme señora.


Señora, perdone usted mi osado atrevimiento,
pero al llevar un perfume seductor,
ha dejado en el aire su candor,
enzarzado en una ráfaga de viento.

Perdóneme usted señora mía,
no me condene por aquel resentimiento.
Quizás influye más dirección del viento.
Por eso no me culpe todavía.

A veces en la vida una impresión nos pasa
cuál día indiferente de un Enero.
Como en el día triste en que murió una rosa,
por un fatal descuido del torpe jardinero.

Y no es que la pretenda, así, en un momento.
Pero existen las cosas que tal vez no entendamos.
Como el aroma suave que me llegó en el viento.
Cómo ésta estrecha calle, que nunca transitamos.
 
 


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